Sobre Nosotros

Desde 1926 nuestra historia late al compás de un caldero de cobre. Aquella primavera, el maestro chocolatero Evaristo Puebla abrió un pequeño obrador en la madrileña calle Saavedra Fajardo, en Carabanchel, Madrid. Con una piedra de mármol, un termómetro de mercurio y una fe inquebrantable en el cacao fino, inventó —casi sin querer— la famosa Leña Vieja: láminas crujientes de chocolate que chisporroteaban como brasas al romperse entre los dedos. Los cafés de la Gran Vía y los salones de té más elegantes se rindieron a aquella “madera comestible”, y el apellido Puebla quedó ligado para siempre al dulce madrileño.

Durante las décadas de posguerra y desarrollismo, la familia amplió el obrador a una docena de artesanos. Se horneaban bombones al corte, trufas espolvoreadas y lenguas de gato que viajaban, en cajas de madera selladas con lacre, al Hotel Ritz, al Hotel Palace o al Hotel Alfonso XIII de Sevilla y a los más selectos ultramarinos de barrio que aún fiaban la merienda. Con el relevo generacional, la empresa adoptó el nombre Evaristo Puebla e Hijos S.A., pero mantuvo intacto su juramento: “solo manteca, licor de cacao y paciencia”.

A finales de los noventa, sin descendencia directa dispuesta a batir cacao de madrugada, la estafeta pasó a la familia Fernández-Durán. Ellos modernizaron maquinaria, mejoraron las fichas técnicas y bautizaron la marca que hoy conoce el mundo: Dulce Tentación.

Fue entonces cuando nuestros bombones comenzaron a viajar en minibares de cinco estrellas y a convertirse en obsequio corporativo de las grandes compañías que aterrizaban en la capital.

En 2015 llegó la era digital de la mano de Luis Ramiro Novillo. Ingeniero y amante confeso del chocolate negro, Ramiro trasladó la fábrica a unas instalaciones eficientes en Villanueva de la Cañada, incorporó templadoras de precisión y abrió nuestra tienda en línea. Sin embargo, el corazón sigue siendo el mismo: todos los días, al amanecer, se mezcla licor de cacao con manteca caliente y se deja que el aroma inunde los moldes de policarbonato, igual que hacía don Evaristo.

Hoy, un siglo después, de la mano de la familia Suárez Stuyck, Dulce Tentación sigue firmando cada bombón a mano.

Custodiamos 94 recetas, trabajamos con cacaos mono-origen certificados y servimos a hoteles, pastelerías y amantes del buen chocolate en toda Europa. Y mientras preparamos el futuro, honramos nuestro legado cada vez que una lámina de Leña Vieja cruje y se funde en la boca, recordándole al mundo que la tentación, cuando es dulce y honesta, merece ser eterna.

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